Qué tristes y eternas debían de resultar las galas de los
Goya antes de Twitter. Por suerte, ahora tenemos esta arma cargada de
instantaneidad para proyectar y vomitar nuestras frustraciones y demonios en compañía
de nuestros iguales anónimos. Es evidente que hemos avanzado como especie.
Bueno, al tema. Esto de los Goya me recuerda cada vez más a
las cenas de navidad. Rajas de ellas, te parecen un engorro y acabas yendo por
compromiso. Pero al final, de tanto rebajar las expectativas, hasta pasas un
rato aceptable. Previsible y aburrido, sí, pero llevadero.
En este sentido, la ceremonia de este año ha cumplido las
nulas expectativas, lo cual es de agradecer y para conformarse. Bien es cierto
que a algunos nos hubiera gustado un poco más de marcha, del tipo de cuando
premiaron La soledad. No sé, haber otorgado algunos galardones
importantes a La mitad de Óscar o a Dispongo de barcos. Por exaltar al gallinero,
más que nada. Pero bueno, nuestro querido cine español ha asumido las críticas
de sus detractores y se ha dedicado en los últimos años a realizar productos “de
género” (comedias adolescentes, terror comercial, dibujos animados,…) y a
premiar thrillers correctos con éxito
en taquilla. Y en realidad no tengo nada que objetar: hay que llenar las salas
y rentabilizar en lo posible las inversiones. Además, ya cansaba un poco al
personal el adanismo de muchos jóvenes compatriotas reinventando el cine en cada
escena.
Así que todo fue según lo previsto: los premios para Urbizu
y Coronado, la humillación a Almodóvar, unos galardones técnicos para una peli de
robots que nadie ha visto y para un western que hemos visto pocos, la poca
gracia de la presentadora, la gracia de Segura, el espontáneo y los anonymous, chicas guapas, chicos guapos,
chicas guapas y chicos guapos haciendo el ridículo en números musicales, un
poco de politiqueo… Todo previsible y
aburrido, en dosis justas, sin alardes ni estridencias. Para qué más.
Por hablar un poco de cine, habría que apuntar que
cualquiera de las tres principales películas nominadas (La voz dormida no la he visto) podía haberse llevado el premio sin
ningún problema. Para ser sincero, creo que La
piel que habito es la más completa y Blackthorn me resulta muy meritoria. Pero No habrá paz… también está bien. En todo caso, es curioso que
Urbizu y Coronado hayan triunfado con la que, en mi opinión, no es su mejor
película. La caja 507 y, sobre todo, La vida mancha, me parecen superiores. Por
otro lado, he echado de menos No tengas
miedo y La mitad de Óscar, las
dos películas españolas que, junto a la del manchego, más me gustaron el año
pasado. Pero bueno, qué se le va a hacer. Por lo menos no se ha hecho el
ridículo ninguneando a una obra indiscutible como se hizo hace un par de
años con El secreto de sus ojos.
Luego está el misterio de Midnight in Paris. Todavía nadie me ha explicado por qué estaba
nominada al guión y no aparecía en ninguna otra candidatura. Creo que los
propios académicos tienen un lío considerable sobre lo que se considera
película española, no saben qué votar y nos llevan a situaciones tan
entrañables como que Urbizu le gane el premio a Woody Allen. Genial.
En definitiva, nos podemos dar con un canto en los dientes
con los últimos Goya, más que nada porque el domingo son los Oscar, que este
año dan especial pereza y parece que van a premiar a una comedia dramática muda
en blanco y negro bastante convencional. Aunque la verdad es que viendo las
nominadas, con las excepciones de la gran El árbol de la vida, Midnight
in Paris y quizá Los descendientes,
puede ser una elección correcta. Otra noche aceptable y previsiblemente aburrida.
Como las cenas de navidad y los fines de semana en el pueblo. Menos mal que nos queda
Twitter.
Por cierto, vayan a ver Shame
y pasen de todo esto.