El mundo de los asesores o responsables de prensa políticos fue reflejado históricamente en el cine de manera tangencial, como parte secundaria de tramas políticas o periodísticas. Y casi siempre de forma sombría, con personajes desagradables y sin escrúpulos que ponían trabas o amenazaban a sus adversarios. No sería hasta la década de los noventa cuando Aaron Sorkin creó el referente del género, la serie de televisión El ala oeste de la Casa Blanca, en la que a pesar de quizás un excesivo idealismo, se abordaba este microcosmos de manera ejemplar.
Al contrario que en la serie protagonizada por Martin Sheen,
George Clooney nos ofrece en Los Idus de marzo
(adaptación de la novela Farragut North) una visión antagónica de la política y de la gente que la
rodea empapada de hipocresía, mentiras y
cinismo. Para ello, utiliza unas primarias clave del Partido Demócrata con
dilemas, traiciones y zancadillas entre los distintos actores que componen este
apasionante mundo.
Quizás aquí se encuentre el principal pero de una por lo demás
notable película. La trama, aunque posible, se antoja un tanto exagerada, y se
percibe en todo el metraje cierto aire discursivo sobre una supuesta turbia
esencia de la política. Es evidente que en la cosa pública hay mezquindad,
ambición y, sobre todo, sed de poder, pero sería exigible a Clooney huir o por
lo menos atenuar este tipo de planteamientos maniqueos, que por cierto
coinciden con los adquiridos, con razón o no, en los últimos tiempos por gran
parte de los ciudadanos.
Por lo demás, el director norteamericano ha escogido una narración austera, sin
artificios ni alardes, muy al estilo de los thrillers de los setenta, y se ha
rodeado de un espectacular elenco de actores. Además de su propio papel como candidato
a la nominación, Paul Giamatti, Philip Seymour Hoffman y Marisa Tomei acompañan
ejemplarmente el descenso a los infiernos de la política de un Ryan Gosling correcto.
En conclusión, habría que apuntar que, con Los idus de marzo, George Clooney sigue
construyendo una carrera meritoria como actor y director en el mundo del cine,
aunque quizás de su talento, de la historia y del reparto se podría haber
esperado una obra mayor o por lo menos más sutil. De los thrillers de segunda (en
mi opinión éste no lo es pero hay quien podría llegar a esta conclusión) y de
críticas de brocha gorda a la política ya vamos bastante servidos.