7 jun 2011

Two lovers: Del amor y otras derrotas


James Gray ya había demostrado su enorme talento en reflejar ambientes negros, fríos y desesperanzados en la notable La noche es nuestra. En Two lovers (basada lejanamente en Las noches blancas de Dostoievski), abandona la temática negra gangsteril y nos sumerge en la derrotada existencia de un hombre de treintaytantos, depresivo y con tendencias suicidas, que vive o más bien pasa el tiempo con sus preocupados y protectores padres en una zona residencial de Nueva York, y a quien inesperadamente se le presentan a la vez dos posibilidades de amar: una encantadora y conservadora y otra soñadora y creativa.

Las dos opciones funcionan como metáforas de la encrucijada de caminos vitales que venía rehuyendo el personaje principal. Una se desarrolla en terreno conocido, en la casa familiar que le oprime, en el cuarto que le recuerda sus ilusiones frustradas. La otra la descubrirá por la ventana, fuera, en ese mundo que imagina más allá, cuya emoción y vacío también tocará con los dedos. Una le muestra el camino de una familia, del negocio de sus padres; la otra, la posibilidad de la aventura, de un futuro distinto que ya hace tiempo había olvidado. Dos alternativas, dos mujeres tan derrotadas o más que el. Todos perdidos en un bloque de edificios de Brooklyn.

Quitémonos ya la careta. La película es tan buena, tan buena, que temo no ser justo con ella este comentario si sigo por la senda habitual. Así que no hablaré del clasicismo que impregna todo el metraje, de sus magistrales interpretaciones, de su gran banda sonora, de su incomprensible escasa repercusión. Sólo diré que transmite tanta veracidad, tanta vida (y tanta desesperanza), que uno llega a sentirse incómodo siendo testigo de momentos tan íntimos y tan reales entre los protagonistas, que uno, por aterradora identificación, acaba por desearle de corazón toda la suerte del mundo a estos perdedores.

Los sueños apagados, la inútil toma de decisiones, el dolor de vivir sin ganas, el temible azar, la noche de Nueva York que ya no será nuestra. Acercamiento complejo, oscuro y real al amor, obra con alma imperecedera, Two lovers nos pone ante el incómodo espejo de la amargura, la del protagonista y su decisión, tan azarosa como vivir o morir ahogado.


6 jun 2011

Cohen, el versionado

Leonard Cohen, reciente Premio Príncipe de Asturias de las Letras para lo bueno y para lo malo, es quizás uno de los músicos más versionados de la historia de la música. De hecho, hay quien considera que muchas de las adaptaciones superan a los temas originales del autor de Montreal. Ello se debe a que muchas composiciones de Cohen, sobre todo en su primera etapa, adolecen de cierto descuido musical. Son canciones desnudas, poemas acompañados por una fría guitarra. Es opinable.

Lo que es cierto es que las versiones proliferan por todos los rincones del planeta. Hay quizás un disco/documental de referencia: Leonard Cohen. I´m your man, en el que, junto a una entrevista con el propio Cohen, varios referentes de la música actual cantan los principales himnos del canadiense. También hay un trabajo similar en español, Acordes con Leonard Cohen, de resultado más bien discutible aunque cuente con algunos temas dignos.

Aquí va una humilde y heterodoxa lista de versiones recomendables:

- Tonight will be fine (Teddy Thompson)

Uno de los casos más evidentes de que la versión supera a la original. Teddy Thompson reinterpreta el tema de Cohen y lo convierte en un himno. 




Hallelujah (Jeff Buckley)

Quizás una de las canciones más versionadas de la historia de la música. Aquí hay donde elegir. Desde la correcta versión de Rufus Wainwright hasta la de Enrique Morente y Lagartija Nick pasando por infinidad de músicos de toda condición y de triunfitos. Nos quedaremos con la también muy conocida de Jeff Buckley, por la influencia que tuvo en el mundo indie en los noventa.




- Suzanne (Nick Cave)

Aquí Nick Cave no toca nada. Acompaña en actitud reverencial la inmortal canción. (el vídeo es el que hay)



- The traitor (Martha Wainwright)

Una de las mejores versiones. 



- You know who I am (Santiago Auserón)

No parece nada del otro mundo, pero la chulería (y el inglés) de Santiago Auserón le da cierto encanto.



- The stranger song (Nacho Vegas)

Una de las mejores traducciones de Cohen al español, si obviamos, claro, el debate sobre el significado de "stranger". En todo caso, el término "extranjero" queda bien en la canción.



- Chelsea Hotel (Jabier Muguruza)

Una de las más osadas. El cantautor vasco se atrevió a traducir este himno con resultado desigual. Hay a quien le resulta fuera de lugar e incluso ridículo. A mí me parece bastante entrañable.



- Take this waltz (Enrique Morente)

Y acabamos con un lujo: versión en directo de Take this waltz de Morente. Gracias eternas a quien lo haya colgado en Youtube.

4 jun 2011

La vergüenza: buen cine español


La vergüenza (David Planell) es una de las agradables sorpresas que nos han deparado últimamente algunos jóvenes (y no tan jóvenes) directores españoles y que rompen una lanza a favor del llamado cine español en una época en que denostar el esfuerzo de muchos trabajadores de la industria de este país (y no siempre por motivos puramente artísticos) se ha convertido en poco menos que un deporte nacional. Ahí están otras recientes obras notables, como Tres días con la familia (Mar Coll) o Bon Apetit (David Pinillos).

La película, a través del tema del acogimiento familiar, ofrece un incómodo y complejo acercamiento a la paternidad, el paso de la juventud a la madurez, las relaciones de pareja y las mentiras que hemos construido para salir a flote y evitar encarar los problemas.

Para ello, utiliza la historia de una pareja de treintaytantos que tiene  problemas y dudas sobre el cuidado de un menor peruano acogido. Esta situación hará tambalear sus propias convicciones progresistas y biempensantes y les obligará a enfrentarse consigo mismos.

La película tiene, paradójicamente, un gran problema: su extraordinario primer acto. El guión funciona con una perfección sorprendente durante los primeros cuarenta minutos en los que la historia y los personajes fluyen en estado de gracia, y uno se llega a preguntar si está viendo una versión contemporánea y madrileña de Escenas de un matrimonio o de una película de Mike Leigh (en estas comparaciones quizás exagero un poco) y por qué esta obra no ha tenido un aplauso y una repercusión mayor.

Sin embargo, a partir de ahí, la obra no logra mantener el nivel (no es una crítica, en mi opinión era casi imposible) y se dispersa bastante. Así, se introduce en ese momento una trama nueva que, para mi gusto, resulta innecesaria, y la historia principal comienza a avanzar a trompicones abrazando lugares comunes en las relaciones de pareja.

Por último, la resolución resulta un tanto artificial y se percibe cierto atisbo moralizador. Además, se cierran metáforas forzadas bastante obvias (el agua) y se desperdician otras más naturales (¿por qué al final no hacen el trabajo de clase ni se retoma este asunto?).

Para ser justos, no es que la película desfallezca en la segunda parte. Ni mucho menos. Mantiene el tipo muy dignamente durante todo el metraje. Lo único que sucede es que el portentoso inicio empequeñece el resto del relato y deja una sensación agridulce. Se pasa de un maravilloso y perfecto tren de alta velocidad a un cómodo y digno media distancia y eso condiciona la percepción del viaje.  En todo caso, 40 minutos de talento dramático de ese nivel no se ven todos los días y justifican plenamente un aplauso decidido a la película.

En resumen, recomiendo sin dudarlo La vergüenza. Esperemos que David Planell firme otra película pronto.

Ah, se me olvidaba: monumental trabajo de Alberto San Juan.

2 jun 2011

Innecesario premio al genial Cohen

Soy un admirador de Leonard Cohen desde siempre, incluso cuando en los años noventa la gente te miraba raro al confesarlo. Y no tan lejos. Recuerdo que en 2009, cuando hice un viaje a otro país para ver el concierto de su primera gira en muchos años (en España tenía la exclusiva el FIB, sin comentarios), mis allegados se sorprendían de que me gustara y hasta de que siguiera vivo.

Para mí, es quizás el músico que más me ha llenado y seguramente sea uno de los pocos de mi generación que ha leído Beautiful losers (monumental título, novela más bien discreta), pese a que hasta ayer era realmente difícil encontrarlo en las librerías españolas.

Es por ello que el premio Príncipe de Asturias de las Letras me parece en primer lugar oportunista. Hubiera reconocido el valor del premio hace unos años, cuando el músico canadiense había escrito lo mismo (ha aportado desde entonces un par de canciones nuevas) y no se había puesto de moda entre los "modernos" ni realizaba constantes giras por nuestro país (y que siga de moda y que haga más giras, que no se me malinterprete).

En segundo lugar, lo de las "letras". Esto es discutible. Es cierto que Woody Allen o Bob Dylan recibieron el galardón en la categoría de Artes, pero entiendo que aquí la aclaración entre estas categorías la debe hacer la Fundación. En todo caso, teniendo un premio de artes, no se comprende cómo se ha perdido la oportunidad de concedérselo a Cohen y reservar el específico de letras a un escritor, y evitar así preguntas del tipo ¿merece más el premio de las letras el autor de Famous blue raincoat que Philip Roth o Enrique Vila-Matas (por poner dos ejemplos cualquiera)? Bueno, todo esto es opinable. De hecho, Garci lleva varios años solicitando el Nobel de Literatura para Woody Allen.

Y, por último, parece que se va consolidando la idea de que el requisito fundamental para conceder un premio Príncipe de Asturias es que el galardonado acceda a acudir a Oviedo a recogerlo. Bueno, pues que lo digan claro y así evitamos debates estériles. De hecho, lo más positivo de todo esto es que parece que Leonard Cohen volverá a España este año.

En definitiva, me alegro de cualquier reconocimiento que se haga a este culpable sin atenuantes de mi educación sentimental, pero creo sinceramente que este tipo de premios son a estas alturas innecesarios. La única noticia que espero de verdad con ansia de él es la confirmación de que definitivamente va a publicar nuevas canciones.