James Gray ya había demostrado su enorme talento en reflejar ambientes negros, fríos y desesperanzados en la notable La noche es nuestra. En Two lovers (basada lejanamente en Las noches blancas de Dostoievski), abandona la temática negra gangsteril y nos sumerge en la derrotada existencia de un hombre de treintaytantos, depresivo y con tendencias suicidas, que vive o más bien pasa el tiempo con sus preocupados y protectores padres en una zona residencial de Nueva York, y a quien inesperadamente se le presentan a la vez dos posibilidades de amar: una encantadora y conservadora y otra soñadora y creativa.
Las dos opciones funcionan como metáforas de la encrucijada de caminos vitales que venía rehuyendo el personaje principal. Una se desarrolla en terreno conocido, en la casa familiar que le oprime, en el cuarto que le recuerda sus ilusiones frustradas. La otra la descubrirá por la ventana, fuera, en ese mundo que imagina más allá, cuya emoción y vacío también tocará con los dedos. Una le muestra el camino de una familia, del negocio de sus padres; la otra, la posibilidad de la aventura, de un futuro distinto que ya hace tiempo había olvidado. Dos alternativas, dos mujeres tan derrotadas o más que el. Todos perdidos en un bloque de edificios de Brooklyn.
Quitémonos ya la careta. La película es tan buena, tan buena, que temo no ser justo con ella este comentario si sigo por la senda habitual. Así que no hablaré del clasicismo que impregna todo el metraje, de sus magistrales interpretaciones, de su gran banda sonora, de su incomprensible escasa repercusión. Sólo diré que transmite tanta veracidad, tanta vida (y tanta desesperanza), que uno llega a sentirse incómodo siendo testigo de momentos tan íntimos y tan reales entre los protagonistas, que uno, por aterradora identificación, acaba por desearle de corazón toda la suerte del mundo a estos perdedores.
Los sueños apagados, la inútil toma de decisiones, el dolor de vivir sin ganas, el temible azar, la noche de Nueva York que ya no será nuestra. Acercamiento complejo, oscuro y real al amor, obra con alma imperecedera, Two lovers nos pone ante el incómodo espejo de la amargura, la del protagonista y su decisión, tan azarosa como vivir o morir ahogado.