26 jun 2012

Aaron Sorkin y los Reyes Magos


Parece obvio que Aaron Sorkin no podría escribir un drama social ambientado en una barriada marginal. Lo suyo es abordar personajes extremadamente inteligentes y triunfadores en lo profesional, y a la vez sentimentalmente inseguros y perdidos, que encuentran en la ironía y en los diálogos metralleta un arsenal adecuado para esconder sus derrotas. En ese terreno es el mejor y le va bastante bien, por lo que no se antoja probable que escriba alguna vez textos sobre pequeños traficantes de droga en las esquinas.

Su nuevo proyecto, The Newsroom, cuyo episodio piloto se ha emitido esta semana, supone su vuelta a la televisión desde Studio 60. Sorkin sitúa esta vez su escenario teatral en la redacción de un informativo de televisión, donde vuelven a desfilar adictos al trabajo extraordinariamente brillantes con déficit emocional, irremediablemente progresistas, soñadores y románticos, que hablan a velocidad de la luz con un inusual y entrañable sentido del humor y sarcasmo. Todos ellos iluminados por un guión de precisión marca de la casa.


Pero desgraciadamente, y siendo honestos, The Newsroom tiene también algunos peros. En primer lugar, adolece de cierta falta de originalidad. Quien esté familiarizado con la obra del autor, detectará varias similitudes argumentales con otros trabajos, no sólo en el fondo, siempre moralizante y profundamente humanista, sino también en la forma. Así, el comienzo del piloto se parece demasiado peligrosamente al inicio de la serie Studio 60, las bromas absurdas que aligeran los diálogos son las mismas que en todos sus guiones (las confusiones con los nombres del personal son ya un clásico) o el fácil recurso a la tensión sexual no resuelta, que en esta serie se va a multiplicar al menos por dos respecto a otros libretos.

En segundo lugar, parece que el guionista se ha tomado demasiadas licencias en la descripción del trabajo de una redacción de informativos. Quien haya trabajado en un medio de comunicación detectará varias (por favor, ¿cómo se va a poner al teléfono en directo horas después de la explosión el pobre técnico que inspeccionó el pozo petrolífero?).

Y, por último, su idealismo. Ah, el idealismo, al que el relativismo y la crispación política han convertido en estos tiempos en un defecto imperdonable. Qué se le va a hacer. Pero, más allá de esto, es obvio que a Sorkin se le ha ido un poco la mano con la moralina en el piloto y, objetivamente, da algún argumento a quienes le acusan de traspasar frecuentemente la línea que separa el idealismo del maniqueísmo.

Qué quieren que les diga. El piloto de The Newsroom no es lo mejor que ha escrito Sorkin. No aporta nada a su carrera que no hayamos visto antes, no refleja fielmente el trabajo de una redacción de noticias y parece aún más doctrinaria que el resto de su obra. Pero también es cierto que, pese a estas molestas pegas objetivas, este hombre, ya escriba sobre los asesores del presidente de los Estados Unidos, un senador que financia a los muyahidines en la guerra contra la URSS, un show televisivo, el fundador de Facebook, un general manager de un equipo de béisbol o sobre un telediario, me hace volver a creer en los Reyes Magos. Y eso a estas alturas es impagable.

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