Para representar el universo rohmeriano no basta con
situar a unos jóvenes burgueses desocupados hablando sin cesar sobre ideales
en base a los cuales realmente no viven y embarcándose en aventuras
sentimentales que no hacen sino acentuar la banalidad de su existencia. Hace falta algo más. Y es que, con estos mimbres, el director francés
conseguía además dibujar sin aparente esfuerzo una sorprendente ironía melancólica,
fría y distante, sobre nuestro verano de juventud, el matrimonio o sobre
aquella otra aventura.
Algo de eso se percibe en la película alemana Entre nosotros. La joven directora Maren Ade logra la proeza de transmitir algunos destellos del cine del autor francés y, lo que resulta más
improbable, salir más o menos indemne de esta enorme tarea. La película aborda
la crisis de una joven pareja alemana que pasa el verano en una casa familiar
de Cerdeña a través de sus conversaciones supuestamente profundas, sus vaivenes
sentimentales sin sentido y sus dudas en el agobiante tiempo libre estival.
Ade consigue mantener una mirada alejada y eficaz durante la
mayor parte del metraje, asistiendo a las excursiones de la pareja, sus cenas
con amigos, la supuesta debidilidad e
inseguridad de él, la fraudulenta fortaleza e independencia de ella, y a la
tristeza y hastío de todo tiempo desocupado.
Sin embargo, la directora no puede (o no quiere) redondear
la obra en este tono, mantener la meláncolica intrascendencia rohmeriana, y cae
por momentos en cierta gravedad innecesaria, en un acercamiento inútil a los
personajes y en tomarlos demasiado en serio, sucumbiendo a alguna tentación
melodramática (desde este punto de vista, hay quien ha sugerido algún paralelismo con Secretos de un matrimonio, de Bergman, cosa que, además de dudosa, no beneficiaría en nada a la película alemana).
En todo caso, la película no llega a derrumbarse (y no era
fácil) en sus casi dos horas de duración, sostenida también por el excelente
trabajo de su actriz protagonista, y nos regala la posibilidad de asistir a un
verano de dudas sentimentales de una pareja de treintañeros que respira verdad por
los cuatro costados.
La película acaba con esta canción de Cat Stevens que no recordaba.
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