El ciclismo y el dopaje. Dos términos lamentablemente inseparables
en las dos últimas décadas por el celo francés hacia este deporte y el papel de
la prensa y de la a veces hipócrita opinión pública. Pero también, sin duda,
por el silencio de la mayoría de ciclistas sobre la cuestión.
Por ello, resulta especialmente interesante la biografía de
David Millar (1977) Racing through the
dark (publicado en España por Contra Ediciones), corredor escocés y eterna promesa de entresiglos, que fue apartado en su día por dopaje y que hoy aún se encuentra en activo.
Millar expone en su libro con abundantes detalles su encuentro
con el dopaje, las jeringuillas y la EPO, lo cual es de agradecer. Sin embargo,
y pese a la aparente sinceridad de muchos pasajes, la obra tiene un tufillo
evidente a autojustificación y redención.

Además, resulta por lo menos curioso que el autor se
preocupe de dejar bien claro que sus dos grandes victorias en el Tour de
Francia fueron conseguidas “limpiamente” (si bien es cierto que reconoce que utilizó
ayuda extra para conseguir su medalla de oro en el Mundial Contrarreloj).
Por último, Millar, según nos cuenta, concluye su periplo de
expiación de culpas, se rehabilita y se convierte en un apóstol de la lucha
contra el dopaje en el ciclismo.
Pero bueno, en toda biografía hay que aceptar cierto grado
de autocomplacencia y asumir una narración más o menos cómoda y coherente de un
camino vital. Además, como decía
anteriormente, hay que reconocerle valentía a la hora de hablar claramente de
esta cuestión desde el pelotón.
Porque, más allá de su camino hacia la redención, Millar
expone algunas cuestiones interesantes sobre el ciclismo de las últimas dos décadas. Así, dibuja un oscuro ambiente de jeringuillas en las
habitaciones, bolsas de plasma, compra de hielo a altas horas de la madrugada,
concentraciones furtivas, médicos milagrosos, brutales entrenamientos a tope antes de la
competición para rebajar el hematocrito, y presiones más o menos evidentes de
los equipos a sus corredores (por lo menos del suyo, el Cofidis) para que se “prepararan”.
En este sentido, resulta muy ilustrativa la conversación que tuvo con Tony Rominger, cuando éste ya estaba en la recta final de su carrera
y Millar comenzaba en el ciclismo, en la que el campeón suizo le dice, siempre
según el escocés, que se podía ganar una carrera de un día sin doparse pero
que era imposible alzarse con una vuelta de tres semanas.
"La EPO puede
convertir a un burro en un caballo de carreras”, confiesa otro compañero a un
joven Millar. Años después, el escocés pasaría unos días en Italia en la casa
de un compañero de equipo, a quien llama L`Equipier
(en Internet se puede buscar sin problemas su posible identidad), probando
esta sustancia.
Italia… y España. Millar contribuye a la leyenda sobre la
supuesta permisividad con el dopaje de estos dos países. De
hecho, tras su iniciación en Italia, el autor contrataría a un médico español,
Jesús Losa, en aquel entonces médico del Euskaltel, para que supervisara su “preparación”,
que tendría lugar en la sierra de Madrid.
El autor también se encarga de salvar de la quema a algunos ciclistas concretos, como el francés David Moncutie, que aún sigue ganando etapas de montañas, o a la federación británica de ciclismo, que por cierto acaba de incluirle en la preselección para los Juegos de Londres.
En definitiva, parece que el libro de Millar, aunque
parapetándose tras la doctrina Giacobbe, expone negro sobre blanco algunas realidades
conocidas por toda la caravana ciclista que ningún otro corredor había revelado
anteriormente. Sería bueno para este deporte que contáramos alguna vez con más
versiones.
Giacobbe y su doctrina
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