Que las cosas siempre pueden ir a peor es algo que Liu Xiang
ha asumido esta semana. El atleta chino, emblema de Pekin 2008, ha repetido su
actuación de hace cuatro años en los 110 metros vallas. El problema es que,
como entonces, no ha superado ningún obstáculo de la primera ronda.
Liu llegaba a Pekin comjo auténtico referente de los juegos
y con un país encima, cosa que adquiere especial gravedad si tenemos en cuenta
que este país es China. Campeón olímpico en Atenas, el vallista chino mantenía
una rivalidad legendaria con el cubano Dayron Robles que se iba a resolver en
el nido. Sin embargo, su tendón de aquiles dijo basta y, en una mañana trágica
para el pueblo chino, no pudo disputar la carrera.
Ahora, cuatro años después, el atleta buscaba algún leve
desquite de aquel trauma nacional. Pero la historia que estaba protagonizando no
iba de redención, sino de drama maldito. Nada más escuchar el pistoletazo de
salida, se le apareció el fantasma de Pekin y no tuvo más remedio que comerse
la primera valla. Se quedó unos segundos sentado, helado, quizás
reflexionando sobre maldiciones y asumiendo su destino.
También ha estado muy reflexiva estos días en su desgracia Viktoria Komova. Las medallas de plata que ha obtenido representan esta vez un
fracaso que no ha disimulado. Como ya era inevitable su destino en estos
juegos, la gimnasta rusa finalizó su participación con un ejercicio desastroso en
la barra de equilibrio, cruel metáfora de su estado de ánimo.
A quien también la ha perseguido un fantasma es a la
rumana Catalina Ponor. Pero esta vez en forma de la estadounidense Alesandra
Raisman. Perdió el bronce en barra tras una reclamación de la gimnasta
americana y los jueces le arrebataron el título en suelo al valorar
exageradamente un soso ejercicio de su rival. Lo llevó con clase y estoicismo.
No sabemos cómo están llevando los kenianos su participación
en el estadio olímpico pero su comportamiento en las carreras de fondo está
resultando desconcertante. Amenazan con tripletes, records olímpicos y tiran las
primeras vueltas con su habitual majestuosidad, pero después se despiden del oro
en medio de una absoluta carencia de táctica y de piernas.
Quien se ha despedido del oro con elegancia ha sido la rusa
Yelena Isinbayeva. El mito de la pértiga femenina dijo adiós al trono
planetario en el que ha habitado más de una década con una medalla de bronce y
una sonrisa. La echaremos de menos.
No sé si extrañaremos tanto a Marta Domínguez, más que nada
porque no hemos sabido de ella en Londres. La campeona del mundo de 2009, que
ya es madre y senadora, se presentó en los juegos sin competición previa de
alto nivel y desapareció de la final de 3.000 obstáculos a la primera de
cambio. Tampoco se la vio en la zona mixta. Como un fantasma en su despedida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario