No sé si incluiría a Boss en la lista de series de
televisión sobre política que más me han gustado y que reflejé aquí, pero lo
cierto es que el proyecto impulsado por Farhad Safinia, Gus Van Sant y Kelsey
Grammer tiene su interés.
Cuenta la historia de un alcalde de Chicago, interpretado
por el propio Grammer, que debe afrontar una grave enfermedad en medio de un
par de escándalos y de unas primarias a gobernador del Estado.
La serie olvida todo
idealismo sobre la política y se centra, quizás con excesiva gravedad, en la
lucha encarnizada por el poder, los engaños, las corruptelas y las malas prácticas que también
implica este arte. En este sentido, la trama se me antoja un tanto
forzada y en algún detalle hasta ridícula, y supone todo un manual exagerado de los peores vicios de los peores políticos.
A ello se une otro de los principales defectos de la serie: su
terrible afectación y barroquismo (que alcanza incluso a sus extrañas y
constantes escenas sexuales), que destierra cualquier posibilidad de ironía y
sutileza.
En todo caso, Boss se deja ver y ha tenido una aceptable acogida (está prevista una segunda temporada) y puede resultar muy atractiva
para los amantes de la política y, sobre todo, de sus cloacas.
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