19 abr 2012

La amargura y Daniel Johnston


Cantarle durante toda tu vida a una muchacha que te sonrió una vez en la adolescencia pudiera parecerle romántico a alguna, siempre que no le toque a ella, claro. Pero si además idolatra al fantasma Casper, lucha contra el diablo y provocó un accidente de avioneta junto a su pobre padre, la cosa deja de tener gracia alguna. Hablo, por supuesto, de Daniel Johnston, quien padece desde joven trastorno mental y al que se le da bien cantar y dibujar.

Hasta aquí la cosa no tendría mayor importancia si no fuera porque, desde que empezara su carrera, un grupo de amigos, productores, músicos y hasta estrellas mundiales, como Kurt Cobain, vieron en este chico con graves problemas a un genio del renacimiento. Así, Daniel Johnston reinventaba la música  a primeros de los 90 y su locura no sólo hacía gracia, sino que formaba parte y elevaba el encanto. Hasta que sucedió el trágico episodio de la avioneta, claro, y dejamos de saber tanto de él. Pero en 2005 el estreno del documental The devil and Daniel Johnston, hizo renacer su leyenda. En la película, gracias a la costumbre del protagonista del grabarlo todo desde la infancia, asistimos a un completo recorrido por su vida. No valoraré aquí esta obra ni sus objetivos pero sí diré que tiene una virtud innegable: no esconde nada.

La mitificación de los artistas con tragedia a cuestas es un clásico de la juventud, de los desorientados y de cierto periodismo cultural. Abuso de drogas, excentricidades y comportamientos inaceptables son comprendidos y hasta aplaudidos. Incluso se percibe cierto heroísmo en la muerte a los 27 años hasta que lo comprendes todo cuando tú tienes 27 años y muere a esa edad Amy Winehouse. En el caso de Daniel Johnston, la tragedia es su enfermedad mental y los que han conocido casos cercanos similares saben perfectamente que no hay lugar para mitos, sino sólo para amargura.

Escribo esto porque Daniel Johnston anda por España, con sus dibujos y su guitarra, lo cual me parece genial aunque no le aprecie cualidades artísticas fuera de serie en ninguna de las dos facetas. Pero bueno, gracias al cielo no soy un experto en música. Lo cierto es que estas actividades son el centro de su vida y le hacen bien y parece que está algo mejor. Me alegro muchísimo. Sin embargo, lo que me resulta insoportable y vomitivo es el recital de lugares comunes que están ofreciendo estos días ciertos gurús del periodismo y la música de este país, vendiéndonos de nuevo a este autor como si fuera por lo menos Bob Dylan o Leonard Cohen y regodeándose en su triste vida. Cuatro listos con sorprendente influencia que confunden excentricidad con una enfermedad desoladora y amarga. Podrían preguntarle a la muchacha.  


(Dejo la canción de Casper, que es de las pocas que me gustan)


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