A los españoles nos encanta llenarnos la boca con la
extraordinaria ética, responsabilidad y valores que demuestra Marcelo Bielsa,
pero solemos referimos a ellos como conceptos etéreos, con escasa demostración
práctica. Es en ese terreno donde también se desenvuelven con maestría los periodistas
cursis, dando lecciones pomposas e inútiles y amparándose en la autoridad moral del
argentino.
Sin embargo, ahora que Bielsa ha aplicado la ética y la
responsabilidad a algo tan asquerosamente prosaico y tan en las antípodas del
carácter español como acabar una obra en tiempo y forma, nos ha descolocado
completamente.
Según cuentan, resulta que al técnico argentino del Athletic
le habían prometido que las actuaciones de remodelación de Lezama estarían
listas para el inicio de la pretemporada. Me imagino que los responsables del
club, sin dar ninguna importancia al requerimiento del técnico, adoptarían pese
a ser de Bilbao Bilbao esa actitud tan española de “sí, sí, tranquilo, la obra
irá bien”. Y supongo que la empresa también acabaría abrazando sin otorgarle
excesiva trascendencia esa costumbre tan, tan española de retrasarse en las
obras.
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Bielsa pasea por las obras inacabadas |
Lo que no imaginaban ni el club ni la empresa es que Bielsa
se toma los compromisos en serio (ya ven, qué ridiculez) y le gusta que la
gente cumpla su palabra y sus contratos y realicen sus trabajos según lo convenido. Y deberían haberlo hecho, porque con un tipo al que
Pep Guardiola pide una entrevista y acaba encerrado sin piedad varios
días hablando de fútbol ininterrumpidamente, hay que tener cierta cautela. Así que Bielsa,
ante la situación de los trabajos, se pasó por Lezama y decidió pedir
explicaciones: "Ante la falta de otra autoridad de la empresa que hacía la
obra, decidí hablar directamente con el jefe de obra; lo llamé a mi
vestuario para decirle que las obras no estaban bien hechas, que no iban a
estar en la fecha prevista y que, sobre todo, eran un engaño y una estafa”, ha
explicado hoy en rueda de prensa. Posteriormente, discutió con él y, según sus
propias palabras, se comportó "como un salvaje" y lo echó de las instalaciones.
Al parecer, y según han
explicado los medios, los obreros, en una actitud supuestamente digna, se
negaron a ir a trabajar los siguientes días en respuesta a la actitud del
argentino. Pero Bielsa hizo algo aún más digno. Fue a la comisaría a
denunciarse a sí mismo por haber maltratado al jefe de obra. Imagino que el
policía que tramitó la denuncia todavía debe de estar en estado de shock, no sólo porque una persona se
presente voluntariamente a decir que ha hecho algo mal, sino por el monólogo
que le debió soltar el argentino. También supongo que todos los periodistas de
Bilbao le estarán buscando por tierra, mar y aire porque, como decía hoy Oier
Fano en Twitter, esa entrevista habría que guardarla como oro en paño.
En definitiva, Bielsa nos ha
dado en unos días dos lecciones de ética y responsabilidad inolvidables. Pero
no de las que disfrutan y jalean los españoles y los periodistas cursis, sino
de las terrenales y desagradables. En una histórica rueda de prensa, ha hecho
tambalear dos costumbres hispánicas tan arraigadas e intocables como las de no
acabar una obra a tiempo y no autoinculparse de nada. Ello nos obligará
inevitablemente a refugiarnos en el otro periodismo deportivo de referencia, el
del jijí jajá, y llamarlo “Loco”.
P.D. Ya que he hablado de periodistas, Bielsa ha manifestado hoy: "Tengo muy mal concepto del periodismo y de los periodistas como colectivo, aunque peor concepto tengo de los entrenadores"
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