4 jul 2012

Moonrise kingdom o la sublimación del aburrimiento


Que la contención a veces es fundamental ya lo aprendimos cuando nuestros padres nos descubrieron la bella palabra esfínter. El siempre interesante Wes Anderson parecía haberlo asumido también en la extraordinaria Viaje a Darjeeling, una de las películas más bellas del siglo XXI, con la que el director completaba un camino creativo coherente, añadiendo una desoladora sutileza en un universo propio de personajes inadaptados.



Sin embargo, en la recientemente estrenada Moonrise Kingdom, Anderson se olvida los matices y propone un torrente agotador de su particular estilo visual y de clichés vacíos de contenido. La película aborda la poco original historia de dos preadolescentes supuestamente enamorados que se fugan en una isla mientras el surrealista entorno trata de dar con ellos.

Y es realmente complicado entrar en ella. En primer lugar, por la imposible identificación de cualquier tipo con los dos protagonistas, niños repelentes que hablan como adultos y cuyas apariciones suponen un lastre insoportable en el ritmo de la obra. Además, el conjunto de personajes inadaptados y ridículos, clásicos del cine de Anderson, están en esta ocasión tan poco perfilados que se convierten en caricaturas sin ningún interés. Más allá de la construcción de los protagonistas, el argumento es tan simple y aburrido que podría pasar por cuento infantil tedioso y sin pretensiones pero nunca por esas interpretaciones tan elevadas y rebuscadas que he encontrado en algunas críticas (lo de que “retrata magistralmente el amor preadolescente y tal” es de nota). Y todo ello envuelto en la particular atmósfera visual del director, esta vez sin freno, lo que confiere al conjunto cierto aire a despropósito.

Mencionaré algún aspecto positivo, por aquello de la elegancia. La secuencia inicial es un ejemplo de virtuosismo técnico y de su tradicional estilo colorista, surrealista, vintage. Nada sorprendente si tenemos en cuenta que, en los últimos veinte años, este director es quizás junto a Quentin Tarantino el cineasta norteamericano mainstream que mejor ha sabido consolidar un universo propio, nuevo. Y la película tiene también algún momento divertido, pero hay que saber buscarlos. Y estar despiertos.

En suma, obra decepcionante en la que Anderson no puede o no quiere contener su verborrea visual y caricaturesca, consiguiendo sólo subrayar lo peor de ella y sublimar el aburrimiento. Contención, Wes, que luego se acaba mojando la cama.

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